Macri y la lógica del automovilista

El llamado «caos de tránsito» es un lugar común de la derecha, un comodín que suele sacarse de la manga cuando ya no hay, o cuando nunca hubo, argumentos. Sus usos son múltiples: sirve para vaciar de contenido los reclamos sociales, para convertir una protesta legítima en la «pesadilla» del ciudadano promedio, para tapar, con la repetición gritona de la queja, las voces de los que salen a la calle. Allí donde hay personas con necesidades y reclamos, sectores sociales que intentan hacerse ver y escuchar, los medios del establishment sólo ven caos, demoras en la avenida 9 de julio, complicaciones en el micro y macrocentro.

Pero la retórica del caos no es patrimonio exclusivo de los medios. También suele recurrir a ella el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos aires, Mauricio Macri. Lo hizo para justificar su oposición a los festejos el Bicentenario en la avenida 9 de Julio -«El resultado va a ser un trastorno de tránsito muy grande», analizó- y, más recientemente, cuando decidió negar la autorización para la realización de Tecnópolis, la megamuestra sobre ciencia y tecnología con la que el Gobierno Nacional planeaba cerrar los festejos del Bicentenario. «No creemos que sea posible organizar esta muestra en la avenida Figueroa Alcorta, porque le estamos complicando la vida a una parte importantísima de la ciudad de Buenos Aires», dijo Macri.
El Jefe de Gobierno suele incurrir en este tipo de simplificaciones. Identificar al ciudadano, al porteño, a la propia ciudad de Buenos aires, con el automovilista, es, para él, casi una definición de principios. El mundo según Macri es un mundo visto desde el asiento del conductor, confortable, con aire acondicionado y GPS, pero de baja tolerancia a las manifestaciones callejeras y a los embotellamientos.
Obviamente, los problemas de tránsito existen y deben ser convenientemente abordados. Pero Macri está hablando de otra cosa. Sus planteos no están destinados a solucionar el «caos vehicular» porteño, en primer lugar porque son generalizaciones que se asemejan más a un comentario de ascensor que a un diagnóstico bien fundamentado y, en segundo, porque es imposible resolver el problema del tránsito en la ciudad desde el punto de vista del automovilista individual, sin modernizar y ampliar el sistema de transporte público, especialmente el subterráneo.
La lógica del automovilista es una lógica individualista. En un auto, se viaja solo o, a lo sumo, con la familia. El auto es el hábitat por excelencia del individuo neoliberal, un emblema de la privatización de la que fue objeto la vida de las personas y de las ciudades en las últimas décadas, en la Argentina y en el mundo. En efecto, a partir de los años 90, los espacios urbanos han ido sufriendo importantes modificaciones. El éxodo de las elites a los barrios cerrados de los suburbios, el surgimiento de nuevos centros de entretenimiento y negocios, la ruptura del paisaje tradicional de la ciudad con la aparición de las llamadas «torres country», edificios semejantes a pequeñas ciudades amuralladas con todo tipo de servicios– han reducido la vida urbana de ciertos grupos sociales a un viaje en automóvil de un estacionamiento a otro: del garaje de la torre al de la oficina, de la puerta de la escuela (privada) al parking del shopping. En este contexto, el auto se hace cada vez más necesario para unir los fragmentos urbanos, debidamente vallados, que van surgiendo en los barrios y en la periferia
Pero los autos, dice el urbanista español Roberto Goycoolea Prado, son enemigos de la ciudad entendida como espacio de socialización. «Donde hay muchos coches, no se puede reunir gente», señala. La lógica del automovilista es contradictoria con otras lógicas urbanas: la de la convivencia y el encuentro con el otro, la de los grupos sociales que ejercen su derecho a expresarse o a reclamar ante las autoridades. En este peculiar sentido de la palabra ciudad, entendida como el lugar de lo público, Mauricio Macri profesa una ideología marcadamente antiurbana. Por eso, quizá no haya sido casualidad que la fiesta de casamiento del jefe de Gobierno con la empresaria Juliana Awada se haya celebrado en el campo. Lejos de la ciudad, sus voces y sus ruidos. Lejos del caos del tránsito.

Revista Acción, 1.063. Primera quincena de diciembre de 2010.

Comentarios

  1. Qué bueno leerte, especialmente me gustó esa frase el auto es el habitat por excelencia del individuo neoliberal, jaja. Hace tiempo que lo vengo observando pero no hubiera podido expresarlo tan gráficamente.
    Ayer mi marido me invitó a tomar algo cerca del río como yo le había sugerido y mientras íbamos en el auto, sentía como un malestar y una ansiedad infundadas, hasta que me dí cuenta de qué me pasaba: había agarrado por la autopista y me estresaba, me sentía como apurada por llegar a algún lado, cuando en realidad era una salida para disfrutar en pareja! yo me esperaba un lindo paseo por la avenida libertador de noche, tranqui un lunes de enero (macri se lo pierde porque está en punta) y ese apremio por llegar al destino no tenía nada que ver con la sintonía de salir a tomar algo al río.

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  2. El transporte publico algún dia será gratuito o no será nada

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