La salud es noticia

Abundante, heterogénea y en ocasiones contradictoria, la información sobre temas médicos y científicos gana espacio en radio, televisión, Internet, diarios y revistas. Un consultorio abierto las 24 horas hecho a la medida del nuevo lector hipocondríaco.

Ahora dicen que la cerveza hace bien. Comer helado hace feliz a la gente. Creen que en 20 años la mitad de la población mundial sería obesa. El café no es tan malo como se pensaba. Crece el cáncer bucal entre los jóvenes por el sexo oral. Identifican el gen de la calvicie por vía paterna. Ya existe la píldora contra la eyaculación precoz. Batalla contra la calvicie: ensayan con una nueva terapia genética. A los hombres, el vino les alargaría la vida. Aseguran que la clave de la fidelidad está en los genes. Las hormonas que nos alteran la vida. El ranking de los trastornos de ansiedad. Un gen de la monogamia masculina...
Cada vez más abundante, heterogénea y, en ocasiones, contradictoria, la información sobre temas médicos y científicos forma parte del menú cotidiano de los grandes medios, nacionales y extranjeros. La salud interesa. Los medios lo saben y apuestan a la avidez de los lectores a través de secciones fijas, suplementos e, incluso, consultorios en los que algún especialista atiende los llamados de los oyentes o responde las cartas de los lectores.
«¿El dinero hace la felicidad?», le pregunta una mujer que firma como RM de I, de Mar del Plata, al doctor Norberto Abdala, especialista en psiconeuroinmunoendocrinología y columnista permanente de la revista Viva. «Doctor, de vez en cuando, cuando me levanto, tengo unas pequeñas hemorragias en una lastimadura en una pierna», le explica un oyente a un especialista en un programa de Radio Rivadavia, uno de los tantos espacios conducidos por profesionales de la salud que se ocupan de despejar las dudas de los oyentes. Revistas como Saber vivir y Vivir mejor, cuyos títulos, están o estuvieron, en los últimos dos años, en el ranking de las diez más vendidas del país, mientras en el cable proliferan programas que, más que brindar información, venden productos, centros médicos y tratamientos. Las excepciones son pocas y entre ellas se destaca Médicos por naturaleza, el ciclo que canal 7 puso al aire a principios de 2009 con la conducción de Dolores Cahen D’Anvers, la participación de profesionales calificados y un enfoque serio y no sensacionalista de cuestiones de salud pública.
«Tendencialmente, hay un aumento de la aparición de la salud en los medios. Lo que a mí me asombra es que esto se discuta tan poco en los ámbitos académicos», asegura el médico y sanitarista José Carlos Escudero. Para él, los motivos son, sobre todo, económicos: «En la última década, salud se convirtió en un área central de beneficio capitalista. No solamente se gasta cada vez más plata en salud a nivel mundial, sino que el beneficio es el más alto de todas las opciones de inversión capitalista. Más que defensa nacional, más que energía, más que transporte. Si usted quiere ganar plata, invierta en salud», dice.
«Se podría decir que los diarios siempre incluyeron temas de salud, lo mismo que la televisión –señala, por su parte, Susana Gallardo, doctora en Letras, investigadora y periodista científica–. No obstante, en Clarín y La Nación, la presencia de suplementos dedicados al tema comienza alrededor de 1996, cuando dejaron de editarse los suplementos de ciencia, y en su lugar aparecieron los de informática y de salud. La caída de algunos suplementos y el ascenso de otros fue un tema de marketing. Mientras que la ciencia no atrae avisadores, sí lo hacen la informática y la salud. Pero, también, se sabe que los temas de salud atraen a mucha gente, más que los temas de ciencia. Hoy en día parecería que los suplementos de salud tienen un perfil más bien publicitario».
Valeria Román, periodista especializada en ciencia del diario Clarín, agrega que «en los diarios, lo que ha pasado es que se les da a los temas de salud mayor espacio, pero no en suplementos adicionales. La información de ciencia y salud pasó a formar parte del cuerpo principal del diario y está compitiendo con el resto de las noticias, como las policiales o las de política. Y el cambio se debe a que se supone que al público le interesan mucho las cuestiones de salud». Gallardo corrobora esta opinión: «Se sabe, a partir de las encuestas sobre percepción pública de la ciencia, que los temas de salud son los que más interesan al público, en particular a los mayores de 50 años, y a las mujeres más que a los hombres».
El interés del público forma parte, para Román, de una tendencia más amplia: «Hay todo un movimiento que apunta a cuidarse más, a comer más sano, a hacer más ejercicio», asegura. Este clima social, que, junto con la salud, revaloriza la estética y el bienestar en todas sus formas, se caracteriza, según Escudero, por ser «narcisista y competitivo». «Salud es un área que mueve aspectos cada vez más centrales de la subjetividad –agrega el profesional–. Cuando el mundo era más religioso, se hacían apuestas a través de la fe, a través de la idea de la vida después de la muerte y otras cuestiones teológicas. Hoy sólo el 6% de los argentinos va a misa. El mundo se ha vuelto más secular y más narcisista. Se reemplazó la modernidad de los grandes discursos por la posmodernidad de lo efímero y lo puntual. La gente se juega mucho más por la salud, que está asociada al bienestar, a ser querido y a ser deseado, y en esto interviene tanto la cirugía estética como el Viagra».
La llamada «medicalización de la vida» es, según muchos analistas, un rasgo de identidad de la sociedades contemporáneas. Quienes se ocupan de estudiar estos fenómenos vienen advirtiendo desde hace décadas que la medicina, su lógica, sus categorías, su organización del mundo alrededor del par de opuestos salud-enfermedad, se extiende a cada vez más áreas de la vida social. Según el filósofo Tomás Abraham, «un fantasma recorre Occidente. Pero no es el comunismo, es la hipocondría –advierte el autor en su libro La empresa de vivir–. La gente ha dejado de comer bananas, ahora come potasio. A todos nos duele algo, y si no nos duele es porque estamos insensibilizados, antestesiados».
¿Y qué mejor, para un lector hipocondríaco, que un médico omnipresente? Ya no es necesario ir al consultorio: la radio, la televisión e Internet brindan, durante las 24 horas del día, información y consejos. Esa fue, precisamente, una de las conclusiones a las que llegó Gallardo en una investigación que tuvo como objeto a las notas sobre salud publicadas en Clarín y La Nación, cuyos resultados recoge en el libro Los médicos recomiendan. «Lo que primero me llamó la atención en esos textos fue la presencia de recomendaciones –cuenta la autora en diálogo con Acción–. Se supone que la función del periodismo es informar, no decirle a la gente lo que tiene que hacer. Sin embargo, en estos textos, está presente la advertencia y la recomendación. La advertencia que señala la existencia de un peligro, y la recomendación para cambiar hábitos, detectar problemas de salud o prevenirlos».

Calidad y cantidad
¿Cómo se tratan los temas de salud en los medios? ¿Es confiable la información que brindan? «Cuando se habla de los medios hay que distinguir los medios televisivos, radiales y gráficos. En tal sentido, creo que los gráficos, en general, presentan una mayor calidad en el tratamiento de los temas –asegura Gallardo–. Por otra parte, es necesario diferenciar las secciones específicas, con periodistas bien entrenados en el tratamiento de los temas de ciencia y salud, y las secciones generales, que abordan temas de salud sólo cuando éstos se convierten en noticia, como por ejemplo con la meningitis o el dengue. Cuando esto sucede, y las notas de salud son escritas por periodistas no especializados, se observan distintos tipos de problemas. Hay que hacer la salvedad de que hay diarios, como Página/12, que no tienen una sección específica de salud, pero tienen periodistas muy capacitados que tratan esos temas con mucha solvencia».
La reciente epidemia de gripe A reveló, en muchos casos, una orientación al impacto más que a la información, además de la siempre eficaz utilización política de las cuestiones sanitarias. «Yo tengo la sensación de que la manipulación mediática de los fenómenos de salud es cada vez más grave», asegura Escudero Y aporta dos ejemplos: el dengue, una enfermedad que fue «exagerada por los medios para esmerilar al Gobierno». Y la gripe A, «con la que se llevó a cabo una verdadera operación de terrorismo intelectual», ya que «se apostó a fomentar el miedo y exagerar la gravedad del fenómeno en beneficio de los grandes laboratorios que producen el antiviral».
Hay temas insoslayables, como los citados, gripe A y dengue. Pero otros cuya aparición pública depende de muchos factores. «Lo que determina, en el mejor de los casos, el hecho de que determinado tema aparezca en un medio es lo que se llama su noticiabilidad, su condición de noticia. Y la condición de noticia no está exactamente vinculada con la gravedad de un problema. En general, la noticia supone algo disruptivo. Entonces, con respecto, por ejemplo, a enfermedades como el Chagas, si el año pasado hicimos una nota sobre el Chagas y este año la situación es exactamente la misma, entonces el problema es grave pero no hay en principio algo que lo defina como noticia», señala al respecto Pedro Lipcovich, periodista de Página/12.
«Muchas veces, lo que es relevante para un medio, no lo es para otro –dice por su parte Gallardo–. Creo que, en general, un motivo para hablar de un tema es considerar qué es lo que la gente desconoce y debería conocer, siempre en vinculación con la actualidad».
Un factor en el que todos los especialistas entrevistados por Acción coinciden es que, como advierte Gallardo, «los temas de salud se convierten en noticia cuando se producen muertes por determinadas enfermedades. Más allá del dengue y la gripe porcina, cuando se producen muertes por meningitis, eso es noticia, en particular en las secciones de información general. Sin embargo, esas muertes pueden no ser significativas, ni indicadoras de epidemia».
En estos casos, agrega Gallardo, puede caerse en el sensacionalismo. «Se ha dicho que en salud es noticia que haya esperanza o que no la haya en absoluto. Cuando se trata de una novedad científica, el problema es que las notas pueden ser excesivamente optimistas o publicitarias, o suceder que se omita información relevante. Por otro lado, en otros temas, el sensacionalismo puede llevar al pánico. Además, en virtud de los ciclos repetitivos de excitación y desilusión, puede llegar a insensibilizar al público frente a la información médica».
En otros casos, lo que lleva a determinados hechos científicos o médicos a las páginas de los diarios es una gran maquinaria de prensa y relaciones públicas puesta al servicio de intereses económicos. En efecto, entre los blancos del marketing de los grandes laboratorios farmacéuticos, la prensa ocupa un papel primordial. Pero la influencia de estos gigantes del mercado de la salud también llega a territorios que hasta hace unas décadas se consideraban autónomos y desinteresados, como las revistas internacionales con referato, principales fuentes de información del mejor periodismo científico.
El proceso por el cual los ensayos clínicos e investigaciones recogidas por esas publicaciones comienzan a tener un sesgo favorable hacia los grandes laboratorios es complejo, no siempre del todo visible, y comienza en la década del 80, a partir de la creciente participación del capital privado, sobre todo la industria farmacéutica, en el campo de la investigación científica. Hoy, gran parte de la investigación que se realiza en Estados Unidos es financiada por empresas privadas y hay quienes aseguran que ya casi no quedan estudios clínicos –ensayos de nuevas drogas lanzadas al mercado por la industria– que no estén «ordenados y formateados por la industria farmacéutica», como señalaba hace unos años el investigador francés Philippe Pignarre. En la Argentina, al igual que en otros países periféricos, «existe poca conciencia del problema tanto en la comunidad académica como en la médica y en el periodismo científico, todos ellos actores que deben cumplir un papel de control en esta problemática y que no sólo no lo cumplen sino que además se encuentran inextricablemente enredados en esta madeja de intereses», dice la investigadora Ana María Vara (ver recuadro) en un artículo publicado en la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad. Y advierte, citando al investigador canadiense Ray Moynihan, que los periodistas están siendo utilizados por las empresas farmacéuticas en sus tácticas promocionales.
Tal como explica el propio Moynihan en su libro Selling sickness, las compañías farmacéuticas no sólo se dedican a fabricar drogas: también inventan y venden enfermedades. Una de las principales técnicas consiste en intervenir sobre el sentido común, convirtiendo a «procesos naturales» en condiciones médicas. Hay que convencer a las personas de que «problemas que previamente habían aceptado como un mero inconveniente, son merecedoras de intervención médica». Algo así sucede con la calvicie, la menopausia, el embarazo, la tristeza, el cansancio, el nacimiento, el envejecimiento, el aburrimiento, la celulitis, las canas o la soledad.

Hombres amables
La política de seducción de los laboratorios hacia la prensa es semejante a la que tiene por objeto a los médicos. No se trata, al menos no en la mayoría de los casos, de prácticas corruptas, sino que apunta, más bien, a la creación de un clima de mutua simpatía. Además, a través de sus eficientes encargados de prensa, los laboratorios les proveen a los periodistas la información que necesitan para llenar con novedades las páginas de los medios en los que trabajan. «La política de los laboratorios en relación con los periodistas es mandar gacetillas, invitar a conferencias. También, como ahora tienen prohibición de dar a conocer y hacer publicidad de sus productos, lo que hacen es incentivar a que se hagan notas sobre determinada enfermedad. Si se publican esas notas, se supone que están alentando el uso de sus drogas y tratamientos», señala al respecto Román. «Qué hacen los laboratorios? –se pregunta por su parte Lipcovich–. Con los médicos, actúan básicamente ofreciéndoles viajes. En el caso de los periodistas también es así, un ofrecimiento de viajes, algo que es legal, que no es inconfesable. Y es común ver notas donde está el periodista enviado a tal congreso, y el que lo envió es el laboratorio, porque no es algo tan trascendente como para que un diario mande a un periodista y gaste plata para cubrirlo. En general son congresos reconocidos por el establishment médico, en los cuales se presenta un medicamento que ha sido investigado, no hay ningún fraude de por medio, y el periodista vuelve y hace una nota sobre la presentación de ese medicamento. Que no es que está mal hacer esa nota, pero es una nota que no se habría hecho si no hubiera sido invitado a ese lugar por ese laboratorio».
Que el mercado interviene cada vez más en la definición de la información sobre salud que publican los medios es evidente no sólo en los temas, sino también en el modo de abordarlos. Algunas prácticas médicas –por ejemplo, las cirugías estéticas– son consideradas un producto más de consumo, y diarios como Clarín hablan de ellas como si hablara de moda. «Lo último en cirugías plásticas son el lifting de escroto y el relleno del punto Gräfenberg (más conocido como punto G) de la mujer», aseguraba este diario el 31 de marzo de 2009. La nota hablaba, además, de «combos» de cirugías –«cuestan un 30% menos que si se realizan por separado»–, ondas y tendencias.
Para Escudero, se trata, entre otras cosas, de la exigencia de reproducir el mercado de los bienes de salud, generando nuevas necesidades y, al mismo tiempo, productos para satisfacerlas. «A través de la salud uno consigue deseabilidad –explica el sanitarista–, entonces el capitalismo tiene ahí un arma poderosa para ganar plata. Pero el capitalismo tiene el problema de que las mercancías que vende para salud no sirven mucho. Sirven menos que otras alternativas que no son tan capital-intensivas, como la atención primaria de la salud con medicamentos esenciales y contención. Si usted da contención, la gente se siente mejor y no precisa tomar benzodiazepinas. En cambio, la salud capitalista entiende que la única contención posible es el psicofármaco. Y el capitalismo no puede hacer otra cosa que seguir vendiendo estas mercancías».
Aunque la salud es un tema particularmente sensible, no habría motivos para que el mercado y los medios actuaran, en este campo, de un modo distinto al que suelen hacerlo en otros. «La cuestión va más allá del periodismo, los medios forman parte de esta sociedad y reflejan lo que pasa en esta sociedad –observa Lipcovich–. En el caso de la salud, la cuestión excede al periodismo y va a algo que se ha hecho presente en la sociedad actual con eje en Estados Unidos: la medicalización de la vida cotidiana, la medicalización del malestar. Los medios, en mayor o menor medida responden a eso. Yo no estaría tan de acuerdo en poner el eje en la actitud de los medios, me parece que hay grandes problemas que los trascienden».
Uno de esos problemas es el gigantesco negocio que manejan las compañías farmacéuticas. Un negocio que, como cualquier otro, tiene sus oficinas de prensa, sus especialistas en marketing y sus expertos en comunicación. Y no sólo produce fármacos: también fabrica información, vende sentido común y ofrece soluciones no siempre efectivas para problemas que en ocasiones son inexistentes.

Marina Garber


ANA MARÍA VARA
«Los laboratorios generan el mensaje»

«Hoy, en relación con la investigación biomédica y las noticias de salud, los que generan el mensaje no son la comunidad de expertos, los investigadores en el área biomédica, los que publican en los journals biomédicos. Los que generan el mensaje y controlan en gran medida todo el proceso comunicativo son los laboratorios farmacéuticos», dice Ana María Vara, periodista científica e investigadora del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini, de la Universidad Nacional de San Martín. Vara acaba de terminar su doctorado en la University of California Riverside, y ha publicado numerosos trabajos sobre la cuestión de los conflictos de interés en el ámbito de la ciencia y el periodismo científico. «Los laboratorios tienen mucho dinero –asegura– y, por lo tanto, mucho dinero para contratar a los mejores expertos en comunicación y en marketing. Hoy por hoy, el que tiene mucho dinero para invertir en comunicación tiene una enorme capacidad de influir en la opinión pública».
–¿En qué medida esta situación cambió los modos de ejercer el periodismo científico?
–La divulgación científica ya no consiste en intermediar entre los científicos y el público. Hoy el mensaje se inicia en las compañías farmacéuticas y pasa por una serie de mediadores. Por supuesto que las compañías farmacéuticas no pueden controlar el mensaje absolutamente, pero sí lo hacen en gran medida. Los laboratorios obtienen sus ganancias de poner medicamentos nuevos en el mercado. Es decir que sus ganancias provienen de novedades. Las inversiones son enormes y hay cierto margen de incertidumbre porque se hace esa gran inversión y, en las etapas finales de la investigación, el medicamento puede no ser autorizado. Entonces, por las peculiaridades del mercado, ponen mucho énfasis en poder controlar ese proceso. Tanto énfasis ponen que han logrado, y eso está demostrado, sesgar los resultados de las investigaciones controlando los ensayos clínicos.
–¿Cómo lo hacen?
–Pueden, por ejemplo, comparar una droga nueva con la dosis no óptima de la droga que está en el mercado, o dársela a pacientes más jóvenes que los que efectivamente van a recibirla, con lo cual tienen menos problemas previos, o publicar los resultados del trabajo en el momento en que la droga da los mejores resultados, por ejemplo, a los seis meses. Y quizás a los seis meses los resultados son mejores, pero al año, el resultado es igual o peor que la droga que ya está en el mercado. Obviamente, ellos publican a los seis meses. Hay una serie de estratagemas que se han ido descubriendo. Pero está demostrado que la tendencia de los laboratorios es a tratar de controlar ese primer momento de escrutinio científico que es lo que se llama el gold standard, el estándar de oro, es decir, la publicación en las mejores revistas, con los mayores expertos mundiales. Todos los ojos están puestos ahí y, sin embargo, a pesar de que les van poniendo medidas cada vez más restrictivas para controlarlos, los laboratorios logran maquillar un poquito sus datos. Así logran controlar las publicaciones médicas.
–¿Y qué pasa después?
–Por un lado está la aprobación para salir al mercado, pero por otro lado está todo el proceso de marketing de venderles a los médicos ese medicamento, que es muchísimo más caro que los que estaban, porque es nuevo. Seguramente hay otro que cumple la misma función, pero como ya cayó la patente, es un genérico, y por lo tanto vale cien veces menos. Entonces, hay que convencer al médico que va a prescribir esa droga de que este medicamento nuevo es mucho mejor que el anterior. ¿Cómo lo convencemos? Por un lado, hemos tenido que lograr que se apruebe. Pero cuando se aprueba, se hace toda una campaña de lanzamiento. Parte de esa campaña son las publicaciones en las revistas médicas, otra parte son las presentaciones en congresos: se les paga a médicos que son líderes de opinión tanto en los países centrales como en los países periféricos como la Argentina, para que hablen de los ensayos clínicos en los que se demuestra que ese medicamento es bueno. Hablan en los congresos, presentan estos resultados maravillosos y aquí entra toda la problemática de los llamados conflictos de interés.
–¿Y cuáles son las consecuencias?
–Lo que está demostrado es que si hay un incentivo económico, no es que la persona se corrompa, pero sí que tiene una respuesta más favorable hacia aquel que le ha pagado. Que le ha pagado en dinero, por ejemplo, para dar una conferencia. O simplemente se lo está invitando a un congreso. Lo que ocurre es que quizá el congreso es en Milán y viaja en primera y va a los mejores hoteles. Entonces, tenemos a los médicos líderes de opinión, pero después tenemos los médicos de consultorio, los médicos en la Argentina en gran medida viajan pagados por los laboratorios. ¿Y a quién más se invita a ese congreso? A los periodistas. Los periodistas de la Argentina, los periodistas científicos, solo viajamos pagados por los laboratorios o por quienes nos invitan en otros rubros, porque los diarios de la Argentina sólo les pagan viajes a la gente de política y a la gente de deportes. Entonces, el periodista piensa: me invitan al congreso, es la única oportunidad que tengo de ir a ese congreso, y acepta. Ahora bien, primero, de los cientos de congresos que se hacen, ¿por qué elegiste ese? Porque te lo pagaron. Ahí hay un sesgo básico. Elegiste un congreso y después vas a ese congreso a cubrir aquello para lo que te llevaron. Podés cubrir alguna otra cosa más, dos, tres notas, y una de las dos o tres notas va a ser esa. Entonces, de los cientos de congresos elegiste ese y de las cientos de presentaciones en el congreso, elegiste una en particular.
–Y después, ¿cómo se traduce esa invitación en una nota concreta en un diario? ¿Se anuncia, por ejemplo, un nuevo descubrimiento para tratar determinada enfermedad?
–Hay varias maneras, unas muy directas. Una puede ser un nuevo medicamento que tiene tales y tales ventajas. Otra es hacerlo de manera más indirecta pero igualmente eficaz para los laboratorios, con las llamadas campañas de awareness, las campaña de concientización, para ampliar la base de potenciales consumidores-clientes-pacientes. Por ejemplo, la osteoporosis. La primera cuestión es que suele convertirse a un factor de riesgo en una enfermedad, porque ni siquiera la osteoporosis es una enfermedad, la enfermedad es la fractura. Y ahora no sólo se habla de osteoporosis, sino de osteopenia, que es el factor de riesgo para otro factor de riesgo, que sería la osteoporosis. Quienes son expertos en esto no trabajan en contra de las tendencias sociales, trabajan a favor de ellas. Y trabajan a favor de los intereses sobre los que quieren actuar. Al periodista que necesita noticias, le llevan noticias. Al médico que necesita información actualizada, le llevan información actualizada. No van en contra de ellos, no les ponen el revólver en la cabeza y les dicen «vos tenés que decir esto». Al contrario, les facilitan el trabajo, porque para eso son expertos en comunicaciones..

Acción 1.042, segunda quincena de enero de 2010

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